Por: Mariana Cocuzza – Médica y decodificadora biológica
La crisis de la medicina tradicional y el cambio de paradigma en la salud a nivel mundial.
Me formé como médica en una universidad pública de Argentina con la ilusión de hacer el bien a la humanidad, pero al pisar las primeras baldosas de la facultad me encontré inmersa en la falta de empatía y de criterio humanista. Tuve que sortear en mi mente la angustia de no sentir la lógica de la carrera, pensada como un eslabón de amorosidad y cuidado para el resto de la sociedad, y me tuve que adaptar a la frialdad de una formación tosca, competitiva, sufriente e incomprensible para mi idealismo juvenil.
En primer año, me topé con el olor a formol y restos de cuerpos humanos “NN” que yacían en la mesa de anatomía. Sobrevivía el alumno con más memoria y más estómago. También me esperaban los microscopios y las muestras celulares, todo muy exigente salvo por una materia de un día a la semana, que se veía “fácil” pero molesta porque nos quitaba tiempo de estudio para las otras tan temidas y agobiantes. Salud mental era esa materia, que hoy viéndola a lo lejos fue la que me brindó el refugio para la esperanza.
Recuerdo un lunes, cuando el docente explicó la importancia de la creencia. Trajo el caso de una persona que creyendo en el curandero del barrio se sanó. Y ese pequeño fragmento quedó en mi sistema de recuerdos, y fue uno de los que me llevó a mi actual mirada de la salud.
Gracias a ese docente, y algunos más, pude tener motivos para continuar, de volver a creer en mí sentido de ver la medicina como un lugar amoroso. Fueron un par de boyas vistas a la distancia de las que pude agarrarme para respirar, tomar fuerzas y continuar con la extenuante odisea de obtener el título médico.
Hoy en día, sobre todo luego de la gran crisis de salud que vivió el mundo tras la pandemia COVID 19, han salido a la luz muchos planteos del rol del médico, poco empático y apático, de la sobre- medicalización de la salud y la iatrogenia, que corresponde a la causa de muerte ocasionada por la mala función del sistema sanitario y del médico en su propio accionar con el paciente; así como también del propio rol del paciente en la toma de decisiones sobre su cuerpo y su salud en general.
En este proceso se han caído paradigmas paternalistas del poder del médico por encima de la ignorancia del padeciente, entendiendo que el que padece conoce su estado general, sabe lo que hizo y es responsable de sus acciones presentes. Entendiendo a su vez, que el profesional de la salud solo puede acompañar en el proceso de sanación, no es el total responsable ni mucho menos es el que impone el accionar sobre este que ya cuenta con un saber y un hacer propio. Y si por algún motivo, el paciente no pudiera responder a sus acciones debería haber un tutor o responsable a cargo que en conjunto con el médico operaran para mejorar el estado de aquel, pudiera ser un niño, un anciano débil o una persona dependiente.
Teniendo en cuenta esta base, podemos entender que la salud ya no es lo que era. Es el resultado de un conjunto de procesos de toma de consciencia sobre la función del propio cuerpo, la mente e incluso el espíritu. Ya que también la medicina de la nueva era se atrevió a cruzar la línea de lo espiritual. El espíritu tiene que ver con el propio ser, con las características insoslayables de cada individuo que lo hacen ser quien es y que lo motivan a vivir una vida de armonía y bienestar. El espíritu no es de obediencia religiosa sino es la esencia de quién es.
Por todo ello, muchos profesionales de la salud, médicos, enfermeros, psicólogos, kinesiólogos, etc. se han ocupado de adquirir nuevas capacidades y conocimientos denominados holísticos, la comprensión de ver el todo. Y aquí recaen técnicas que hoy están en como la biodecodificación o decodificación biológica, como la que encontré en mi camino, las 5 leyes biológicas, la PNL o programación neurolingüística, el coaching ontológico, el reiki, la armonización de los chacras por distintas técnicas, los registros akashicos, las constelaciones familiares y tantas otras que resultan ser de una diversidad majestuosa y complementarias entre sí.
En este camino, la medicina tradicional, si bien continúa fiel a sus principios, se está replanteando cambios oportunos de perspectivas a través de jornadas ofrecidas por los colegios de médicos sobre capacitaciones en comunicación y empatía, algunas puntas de emociones y neurociencias también están ingresando a la rigidez del sistema. Al menos parecieran intentar abrir conceptos; y aunque los que dimos el paso holístico, perseguidos por la inquietud basada en el vacío de los que nos dejaba la rigidez del escritorio y el guardapolvo blanco, cada vez somos más queda todavía mucho camino por delante para pulir conceptos y unificar ideas. Y a pesar de que el mundo cambia a pasos agigantados la salud siempre es prioridad.
Abrazo iluminado.
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